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Entrevista Ana Gallardo | ComunidadPan

Entrevista con Ana Gallardo, artista plástica y performática argentina | Ciclo ARTE Y SUSTENTABILIDAD, Interconexiones contemporáneas II, del medio digital de arte contemporáneo ComunidadPan
“Siento que la práctica visual es una práctica que sana, que siempre debe ser colectiva”: Entrevista a Ana Gallardo

Esta entrevista se inscribe en el marco del ciclo “ARTE Y SUSTENTABILIDAD, Interconexiones contemporáneas II”, realizado por PAN + el Centro Cultural Universitario Paco Urondo, perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
Por Sofía I. Motti


Ana Gallardo (1958), oriunda de Rosario, es una artista autodidacta argentina que a partir de la instalación, objetos de la cotidianeidad y el archivo audiovisual busca trabajar problemáticas por las cuales se ve atravesada y ponerlas en común con quienes involucra en sus proyectos. En ”Escuela para envejecer” y ”Un lugar para vivir cuando seamos viejos” (2015) se materializa el tema central de la obra de Ana: la vejez. Reflexionamos con ella sobre su vida, su carrera y cómo la sustentabilidad cobra otro sentido en su trabajo.

SIM: Cuando estaba leyendo sobre tu trabajo y vos, una de las primeras cosas que apareció es que en los ‘80 formaste parte del ‘’Grupo de la X’’ y que allí aprendiste cómo pensar el arte ¿a qué te referís con esto? ¿Cómo pensás el arte?

AG: Me remite a que yo no tuve una educación formal, no hice ni siquiera el secundario. Tengo una educación autodidacta y emocional. Crecí con una estructura heredada por mi familia y las cosas que yo creía que formaban a un artista y al mundo del arte. Cuando llegué a tomar contacto con la práctica fue de una manera muy emocional ya que yo no tenía una educación técnica sobre pintura, no sabía cómo pintar. El grupo X es como el inicio de poder pensar otras cosas, todos los compañeres con los que trabajábamos no nos conocíamos, veníamos de distintos rubros, teníamos distintas edades. Ellos eran mucho más jóvenes que yo, tenían ya, para la época, una cabeza muy abierta, pensando qué era el arte, para qué servía. Trabajar con ellos y salir a la escena no de manera individual sino en un grupo, en donde además éramos distintos, hasta ese momento los grupos artísticos se juntaban porque pensaban lo mismo, tenían un mismo interés estético, político, nosotros no, ni nos conocíamos.
Entrar ahí y entender que cada uno era distinto y poder convivir con eso fue para mi una enseñanza, un primer paso a entender la práctica y lo que yo quería del arte. El grupo me dio todo.

SIM: Vos entraste al grupo con conceptos que traías de tu infancia, de tu vida, y se fueron transformando con el grupo.

AG: Claro, yo venía con conceptos formados. Mi madre se muere cuando yo era muy chica y casi ni viví con mi padre, que era poeta. Entonces fui construyendo una idea del artista, desde el poco tiempo que pasé con mi padre, por lo que habían sufrido mi madre y padre por ser artistas. Construí un mundo artístico desde lo que habían vivido ellos, desde la bohemia, los locos… y a mi justamente eso es lo que me conformó un mundo del arte como ‘’la bohemia’’, ‘’la revolución’’. En el grupo de la X aprendí que había otra manera de relacionarse y pensar la práctica. Me hizo pensar qué es el arte para mi, qué tipo de artista quería ser, el para qué del arte.

SIM: Te ayudó como disparador para ver cómo te pensabas en tu práctica

AG: Si, eso igualmente lo veo ahora. Quería ser distinta, del under, ahora también soy del under, quería estar en un espacio que generase otras cosas.
Creo que ahí se generan las resistencias, hay algo de esa oscuridad, de esa invisibilidad, desde las que me interesa pensar y trabajar, más que desde el centro, con un discurso ya legitimado, donde las cosas se acomodan.
Es una contradicción porque uno también quiere lo otro. Pero hay en lo oscuro una posibilidad de pensar en las cosas que todavía no están transformadas, cambiadas y hay que cambiar.

SIM: ¿Y alguna vez pensaste tu obra conectada con el concepto de sustentabilidad?

AG: No, nunca lo pensé, el término lo empecé a entender ahora que está más en escena. Mi obra no es sustentable, en realidad no tengo obra matérica, casi no existe lo que era material. Hay mucho más registro efímero, mucha acción, videos. Pero no porque lo haya pensado sustentable, sino porque me voy preguntando para qué quiero objetos.

SIM: Un poco esto que contás del trabajo colectivo, de buscar lugares más oscuros, lugares de pujas, está muy conectado a la sustentabilidad desde lo social, lo artístico con un mensaje más social, una producción más comunitaria, enfocada en la denuncia de situaciones.

AG: Si lo vemos de esa manera, sí puede ser.
Lo que trato de sostener es que el arte es una herramienta que permite pensar otras cosas, siento que en este momento el arte permite dar visibilidad a muchas problemáticas sociales, como el género y que dio la posibilidad a la gente de aceptar que existen.
Es una herramienta que se adelantó, el cuerpo está siempre puesto de tantas maneras que se adelanta indefectiblemente, permite abrir problemáticas, deja testimonio.
El arte ha puesto en foco lo que no se quiere ver. Mi trabajo si tiene esa sustentabilidad, siempre traté de trabajar temas que eran, por lo menos para mí, problemas sociales, en los que mi cuerpo se veía afectado.
Siempre fue mi objetivo ser una artista política, poder trabajar lo que me parecía que era un problema. Incluso desde el sistema del arte, cuando éste te decía desde los 80 que el arte era la revolución contra el sistema, el mercado, en esa época el mercado era un problema, hoy en día ya no lo es.
Siento que estoy en un borde, entre la práctica artística y social, nunca se termina de definir. Antes de eso, además, siento que la práctica visual es una práctica que sana, que siempre debe ser colectiva.

SIM: A propósito de lo que decís, siempre mencionás que sos ‘’mala’’ pintando, y que por eso buscaste otras maneras para hacer arte, ¿sentís que estos otros métodos te dieron herramientas para expresar lo que querías decir y visibilizar que la pintura no?

AG: Sí, seguro. La pintura no me funcionó, lo demás sí porque me ayudó a armar redes, grupos con las mujeres con las que trabajo hace años, en los que también estoy yo. Básicamente me ha ayudado también a transitar mi propia vejez y a visibilizar problemas que tenía la práctica artística en sí misma. Voy pensando lo que pasa hoy con el arte visual, artistas que trabajan el cuerpo, la arruga, yo no me siento para nada identificada con ese lenguaje. Me interesa mucho más el intercambio, la charla, estar en un espacio conversando, me resulta más útil, más práctico.

SIM: Un poco Escuela de Envejecer es eso, el encuentro con el otro, poder conocerlas y entrevistarlas. Además surge de un miedo propio a envejecer ¿verdad?

AG: No sé si miedo es la palabra, no es que no exista, pero es más el enojo. El enojo de entender ser vieja y saber que no iba a poder ser visible, que la vejez hace eso peor.
Entré en una etapa en la que por ser una mujer vieja no podía hacer lo que quería, porque al sistema del arte no le interesa dialogar con mujeres viejas.
Entendía que había un peligro ahí, tenía que ver qué hacía con ese resentimiento, necesitaba referentes, buscar herramientas para atravesar eso que venía. Por eso la práctica, la comunidad, cada pieza que fui armando con otros viejes me ayudó. Igualmente nunca aceptás que estás envejeciendo, es una lucha constante, difícil, empezás a entender que estás agonizando.

SIM: Ese ser invisible se da por la lógica del sistema del arte y el sistema en sí, como que toda tu vida sos un sujeto productor, y de repente ya no sos útil, no servís. Escuela de envejecer y el trabajo que implica con las mujeres es un gesto político en ese aspecto, se resignifican ¿no?

AG: Algunas mujeres que están más empoderadas lo entienden así, pero la mayoría no, llegan a estos espacios de construcción creativa porque se sienten deprimidas, solas, no saben qué hacer entonces hacen estas actividades, cantar, bailar, pintar, escribir, porque tienen que hacer algo, porque justamente, es tan cruda la soledad que ahí encuentran un espacio. Yo creo que en algunos casos si se resignifica eso, el sentido de lo que están haciendo, pero no siempre. En mi trabajo sí intento eso, construir un espacio para la venganza. re sustentable! jaja. Un espacio para poder vengarnos de lo que no nos dejaron. En España estuve trabajando con un grupo de mujeres que todas habían trabajado desde muy jóvenes, trabajos muy duros, pero tuvieron oportunidad de trabajar. Y entonces les pregunté que hubiesen elegido hacer, y ellas nunca se habian preguntado si podían elegir, y llegamos a la conclusión de que para esa generación, los 60-70, el trabajo era feminista, trabajar era feminista, no importaba si eras abusada, maltratada, violentada en ese trabajo, salir a trabajar era un espacio de emancipación, de independencia.

SIM: Tuviste muchas experiencias con distintas mujeres de diferentes realidades, una de ellas en un geriátrico de prostitutas en México. ¿Cómo trabajás con esa frustración o situaciones más difíciles? ¿Te resulta más difícil crear arte en esos escenarios?

AG: Primero que era un geriátrico de prostitutas que no habían elegido esa labor, para las que era un modo de vida, pero si hubiesen tenido la oportunidad de elegir de jóvenes seguramente no habrían elegido ni estar en la calle ni ser prostitutas. Hay un grado de miseria que uno ya no puede ni analizar, en general trato de no trabajar con esa miseria, esta fue una excepción porque en realidad no sabía dónde me estaba metiendo. Entonces ese grado de oscuridad que tuvo esa experiencia no supe qué hacer. Más allá de que en general no planifico mis trabajos, no tengo una preparación, llego a esas instancias con cuestiones muy básicas, y en aquel momento más todavía. Estaba idealizando la miseria, llegué ahí porque estaba trabajando con Un lugar para vivir donde seamos viejos entonces ir a un lugar para mujeres ancianas me parecía que estaba bueno. Pero fue muy difícil la negociación desde que entré, el tránsito a través de toda la experiencia fue difícil. Tuve que cuidar a una de las mujeres y no sabía cómo hacerlo, qué hacer, y las condiciones eran deplorables, la directora del espacio me pidió que yo le de trabajo a cambio de dejarme estar ahí, entonces me hizo cuidar a esta mujer que estaba muriendo y era imposible, pero no porque estuviese muriendo, sino por las condiciones. Y la cuidé, no iba todos los días y cuando me iba y volvía estaba igual que como yo la dejé cuando me había ido, y además se cuidaban entre ellas, no había enfermeras. Pero cuando yo llegaba, a esa mujer se le iba la expresión de dolor de la cara. Y cuando se terminó, cuando la mujer que tuve que cuidar falleció, yo sentí que no tenía obra, que lo que había pasado no era arte. Lo que entendí después es que el arte me puso en un lugar hermoso, el de ayudar a morir a esta mujer. Ese acompañamiento la hizo tener un final diferente. Estuve mucho tiempo sin saber qué hacer, al final hice dos piezas, un texto tallado en una pared y un video. Pero trato realmente de no mostrar la miseria del envejecimiento, el cuerpo viejo, trato de no mostrar la parte que da dolor, sino poner en escena otra cosa.

SIM: Ahí se ve la línea tan fina entre trabajo social y arte que planteás

AG: Sí, es una línea muy fina, que yo la traigo al mundo del arte pero que en realidad no existe en esta esfera, yo la traigo porque soy artista, pero pasan muchas cosas que en realidad no se ven en la obra, la mayoría del proceso no se ve.

SIM: De alguna manera lo que vos haces es pasar a un plano estético determinadas partes de ese proceso

AG: Ni siquiera un plano estético, lo que yo hago es un archivo, una especie de documento que edito como puedo. No tiene una resolución estética verdaderamente, es más un material de archivo. Que igualmente hoy en día es una forma de arte.

SIM: Otra experiencia que llama mucho la atención es la de la Bienal de Sao Paulo, en la que llevaste a personas mayores a bailar danzón ¿Cómo fue? ¿Cómo fue tomado por la institución a la que ibas o los artistas con los que compartías el espacio? 

AG: En realidad a los únicos a los que le importó fue a los que fuimos. Los espacios de arte como las bienales son ferozmente competitivos, a nadie le importa lo que hace el otro. Es más, mucha gente no vió el trabajo. Y une misme en ese espacio tampoco tiene conciencia de lo que está sucediendo, era mi primera bienal. Además los artistas tenemos un problema muy serio, somos muy egoístas con la información, siempre parece que todo viene dado, al que lo eligen para ir parece que llega a la tierra prometida, como que no tuviste que hacer nada, que es un lugar de privilegio. Pero cuando llegas ahí te das cuenta de lo difícil que es llegar ahí, negociar, discutir con la gente. Entonces no es un espacio para poder evaluar realmente la práctica. Pero a nosotros, a mí y a las personas que llevé a bailar, fue muy hermoso, todo el proceso fue hermoso, hacernos amigos, conocernos, ganarnos su confianza. Lo que tiene la bienal es que tiene mucha plata también, entonces yo podía darle a esta gente buenos honorarios, invitarlos, pagarles los pasajes. Entonces ese tránsito, la comunidad que armamos fue hermoso, viajar juntos, que bailen.

SIM: Osea que la experiencia fue más para ustedes que lo que recibiste en la Bienal, cómo se recibió.

AG: Claro, no importaba. Por ahí la gente joven venía, bailaba, era un espacio de encuentro, era interesante. Y a veces cuando terminaba el día, en los momentos de cierre la gente iba a bailar, y se creaba un hermoso momento porque además estaba propuesto por personas mayores que les enseñaban los pasos a quienes iban. Pero más allá de eso son espacios muy competitivos, la gente no va a descubrir, va a ver qué está de moda, más que nada es eso.

SIM: Es decir que esos espacios son más propios del mercado del arte, más institucionales, ¿vos elegís moverte en otros espacios?

AG: Es que el arte dentro del arte no sirve, es más de lo mismo, igualmente yo estoy dentro de esos circuitos, me invitan a galerías, museos, no soy una asistente social que está trabajando fuera del ámbito y va hacia al arte. Yo estoy trabajando en la práctica artística, y entiendo que mi trabajo particularmente como yo lo planteo, no funciona dentro de la institución arte, funciona más fuera, pero, lo hago dentro. No estoy haciendo una práctica social.

SIM: Es muy fácil pasar esa línea entre lo social y lo artístico. Y a la vez necesitas de ese ámbito artístico para que sea arte.

AG: Claro, yo necesito ese espacio, yo estoy haciendo obra. Es confuso, no lo tengo claro, pero hago obra, no un trabajo social.

SIM: Y estos talleres que haces, los haces en galerías, en espacios dentro del circuito artístico.

AG: Si, generalmente dentro de lugares del ámbito. Museos, centros culturales. Ahora se busca mucho desde el museo la mediación artística, incluir al público, y encaja muy bien mi trabajo ahí, queda bien. Yo normalmente pido hablar con los organismos de educación de la institución, que son quienes tienen un contacto real con el público normalmente. Algunas veces encuentro espacios fuera del circuito, pero siempre se hace algo dentro, es ahí donde está el trabajo.

SIM: De alguna manera la visibilización de distintas problemáticas que proponés en tu trabajo se aprovecha de estos ámbitos más visitados, con más demanda, permite que más gente vea eso que vos denunciás.

AG: Sí, incluso lo que siento es que es una discusión con el mismo sistema del arte. Porque estoy discutiendo con esa condición que tiene la artista mujer para poder hacer artista, porque no encajo en eso, aún ahora con todos los avances que hay con el feminismo el arte visibiliza y le interesa mostrar artistas jóvenes, no mujeres viejas. El formato que tiene de construirse el deber de ser un artista contemporáneo es muy violento también, porque todo lo que no encaja queda fuera, excluido. Tenés que nombrar determinadas cosas, cumplir con determinadas características, incluso ahora buscan determinada diversidad, y si no encajás en eso tampoco trabajás. Y entonces un poco mi trabajo también batalla contra eso, hay otros cuerpos, otras personas, otros tiempos, otros saberes que te da la vida, la realidad

SIM: Ahí reside ese gesto político, mostrar lo que no se quiere mostrar y lo ponés en un plano artístico, a través del archivo y de los talleres, le das una voz a estas mujeres que tienen algo que enseñar por su experiencia de vida, sus experiencias, realidades.

AG: Sí, esa es la esencia, darle valor a aquello que el sistema ha dicho que no tiene. Y darle valor al poder del deseo, porque por 60 años el mundo decía y yo fui obediente, entonces hay generaciones de mujeres que la pasaron muy mal y ahora llegan a la vejez y hacen lo que quieren. Por eso me gusta hablar de la venganza, porque de alguna manera se vengan de todo lo que no las dejaron hacer. Además hoy en día hay más comunidades, colectivos, antes solas era muy difícil, ahora es un gran momento para pensarse viejes.

SIM: En tu obra hay una sensación de ritual, de proceso ¿alguna vez pensaste en Escuela de envejecer como una terapia?

AG: Sí, para mi es sanador, es terapéutico. El arte es una herramienta sanadora. Y en la práctica contemporánea se habla mucho más de problemas generales, universales, no hablando de tu problema personal femenino, sino hablando de los problemas políticos del mundo. Y mi trabajo lo que ha hecho es terapia, para ellas y para mí, después todo lo demás. Sobre todo cuando estamos en grupo, cuando son grupales, ellas transforman cosas, en ese momento algo pasó, enunciaron, lograron ponerle nombre a eso que les pasó, lo que sentían.

SIM: Resuena mucho con la frase Lo personal es político

AG: Para mi es así, lo personal es político, y cada día está más vigente.

SIM: ¿Y qué te llevás vos de esos encuentros, de esas entrevistas, qué aprendés de los vínculos que creas con estas mujeres?

AG: Bueno, creo que me llevo amor, memorias, recuerdos, entender hacia dónde va mi cuerpo, mi alma. Voy aprendiendo a como ser vieja, aceptándolo.
Casi como si fuesen referentes porque creo que “Escuela de envejecer” es eso, un lugar de referentes viejes, podés encontrar la que te guste, andá a aprender cómo querés envejecer. No vas a aprender a cantar, a bailar, vas a aprender qué representa envejecer, qué representa el cambio del cuerpo, de qué maneras se puede hacer.
Pero en el taller se hablan del baile, las plantas, el canto, pero tenés que entender que a esa mujer también le costó envejecer, y eso está puesto en la densidad de lo que está haciendo. Ya sabés que cuando está bailando hay un montón de cosas que están sucediendo y no hace falta hablarlas y ya está ahí pasando, cuando te enseña los pasos lo enseña con esa cadencia de la vida, del envejecer.

SIM: En ese gesto que no se dice, sino que se muestra, se puede decir que reside el gesto artístico.

AG: Yo lo que trato de no hacer es la miseria de esas vidas, o no lo muestro pero lo cuento.

SIM: ¿Y cambió tu forma de pensar tu propia vejez y la muerte desde que trabajás con esto?

AG; No, pero lo estoy transitando más cómodamente, si no hubiese pasado por este proceso no sé cómo hubiese vivido esta etapa de mi vida. Si yo no hubiese hecho este tránsito seguiría pensando que soy joven, pero igualmente recuperé muchas cosas, una juventud emocional por ejemplo. Lo que pasa es que si no sos consciente de lo que pasa a tu alrededor un día te das cuenta que envejeciste, que todo lo que había a tu alrededor se derrumbó, y ahí si estás en un problema. Me ayudó a tomar el lugar que corresponde, a ser vieja pero como yo quiero, no como me lo imponen.

SIM: ¿Sentís que es necesario pensar el arte en comunidad de alguna manera?

AG: Si, más que nada porque pienso y trabajo con problemas en común, con problemáticas comunes. Hay algo en común que tenemos, incluso los saberes, los problemas artísticos son en común. Los saberes los heredamos de una historia, y una historia además que está escrita de determinada manera, ¿cómo es esa historia que no sabemos, que no se escribió? de saberes que se invisibilizaron.

SIM: ¿La pandemia afectó tu forma de trabajo?

AG: Tuve la imposibilidad de encontrarme con mis compañeres pero nos conectábamos por whatsapp y nos contuvimos de esa manera. Yo tuve una situación de privilegio, pude pasar la pandemia con mi pareja, mis hijos. Ellas solas la pasaron mal, quien no tiene internet, no está canchera con las redes. Entonces sigue siendo el mismo problema, que también son problemas que tienen que ver con la clase, con el privilegio, las mujeres mayores menos privilegiadas más allá de la pandemia tuvieron que salir a trabajar igual, las que son más privilegiadas se pudieron quedar en sus casas, con sus hijos, con cierta comodidad económica. Se deprimieron como todes pero la que abordó la calle siempre fue la más humilde. La pandemia visibilizó ferozmente esa grieta, quienes nos podemos quedar en nuestras casas y las que no.
Entonces un poco lo que me hizo pensar y estoy entendiendo es que en realidad el problema de la vejez también es un lugar de privilegio, somos generaciones de mujeres más empoderadas porque hemos tenido trabajos, o carreras, condiciones más amables para envejecer que el resto, somos un porcentaje mínimo. También me confrontó más con la sensación de muerte y pensar de qué manera queremos morirnos, si tengo la posibilidad de elegir, quiero elegir cómo hacerlo.
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